El tigre ya estaba cansado de las maldades del zorro, no podía más. El zorro se metía hasta en su vida privada, que es mucho decir, y por eso el tigre determinó matar a su enemigo a como diera lugar. Sin embargo, matar a un zorro ágil, listo, y sin vocación para el martirio, no era fácil. Además el zorro tenía una vista rapidísima, cómo de relámpago; oído avizor, olfato infalible, y dos pares de patas elásticas que mucho le habían servido desde que nació.
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Ernesto Morales – El tigre y el zorro
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